Cuando no soportó más el agobio de su habitación se dispuso a salir de una vez por todas de ese encierro de ceniceros y vueltas a un mismo disco.
En su bolso cargó una peluca, un cd de la Velvet Underground y aquel absurdo cuaderno de notas que jamás había sacado de su envoltorio.
Ya era de noche cuando se alejaba del barrio. Tan solo los barrenderos circulaban por la zona y la miraban pasar deseosos de cruzar algunas palabras.
"La noche nos obliga a esbozar muecas dolorosas" - pensó Laura al verlos deambular de una esquina a la otra.
Aquella era una frase absurda que podría ir directamente a su libreta o a la basura. En definitiva, que sentido tenía decir las cosas que otros ya habían dicho de una manera más simple y directa.
Al cruzar la avenida encendió un porro y se dejó deslumbrar por las luces del tráfico fantasmal de aquella ciudad, su ciudad; su cementerio...
Avanzó sin rumbo por la cintura de la noche borracha y adicta. Se supo perdida y no temió por ella. Se supo abandonada y sintió como el peso de su espalda se liberaba.
Sabía que la carretera no era romántica como la presentaban aquellas películas de finales de los años setenta; sabía que Kerouac había uno solo y no tenía ninguna necesidad de quitarle el puesto a ese narcótico y genial escritor.
Siguió alejándose de todo aquello que la retenía convencida de que cualquier cosa que hiciera resultaría efímera y carente de sentido. Pero alejarse era romper el abrojo de aquellas zapatillas que tanto odiaba de pequeña, seguir en camino significaba que todo podía ser una simple bofetada de realidad.
A la noche le seguiría el día. Al blanco el negro y viceversa.
Los carteles anunciaban pueblos y desvíos a seguir. Cafeterías y gasolineras. Camas y paradores.
Pero caminar era algo automático y no cabía la posibilidad de plantearse algún descanso.
"Si alguien quisiera contar mi historia no tendría absolutamente nada para decir" - se juró a si misma, casi tentada de comenzar a escribir aquellas frases que se le venían a la cabeza en su tímida libreta.
Alzó la mirada en busca de algún destello, de algún satélite; de algún pájaro extraviado.
Nada. Absolutamente nada para decir de ella ni del entorno.
Se supo perdida, hambrienta y sola; pero nada de aquello era importante.
Simplemente abrió su libreta y escribió un posible titulo para contar su historia: "La Chica de los Ojos Pálidos".
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
6 comentarios:
Que excelente historia Diego, maravillosamente contada.
Alguien que camina sin parar buscando algo que no sabe que es, o tal vez si.
Dan ganas como de seguir leyendo..
.me gusto mucho. Y mas el mensajillo... hay que caminar... pararse es pudrirse.
al menos eso entendi
un saludo!
Al lector , lo deja sin aliento este relato.
Habrá quizás esperanza para la chica de los ojos pálidos ??
Creo que sí.
Que lo que ha escrito en su libreta, apenas es un título, y un comienzo.
QUIERO creer que sí.
Quiero tener esperanza de que así sea.
Un beso grande.
Caminar sin saber siquiera por dónde se anda, qué se puede encontrar, casi como la vida. Y la vida en el relato que nos acerca una muchacha que siente ser una y asume su propio camino.
Bárbaro, Dieguito; como dijeron te deja con sed...
Dieguito, a veces cuando no hay nada para contar es que uno se da cuenta que en realidad hay todo. La sensación de soledad, de duda y desencanto, de ese deseo de marcharse pero sin irse, se transmite en cada momento. Al abrir la libreta no dijo otra cosa que "me quedo y a escribir quién soy". Esa chica de ojos pálidos tiene mucho por decir.
me siento la chica de los ojos palidos.. ja, die pensaste en tu hermana?? besos tk
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