Cuando se asomó por la ventana de su habitación los vecinos del edificio le clavaron los ojos como dardos envenenados.
Ni bien se calzó sus zapatos de piel, su madre lo observó desde la cocina gesticulando agriamente. Una vez dentro del baño el espejo le devolvió un guiño cómplice, certero. Se bebió su café de las 7 de la mañana a toda velocidad y dejó la casa saludando a los presentes con un simple agitar de manos.
Ni bien se subió en el ascensor la vieja del 4º b lo acribillo en un cerrar y abrir de ojos dejándolo casi tieso, paralizado. En el tercer piso se acercaron dos nuevos viajeros con dirección a la planta baja. Lo mismo.
Los ojos de los cuatro viajeros se cruzaban en un torbellino de indagaciones y acusaciones. De repente la campanilla de aquél trasto de lata que conduce a tantos ciudadanos diariamente anunció la llegada de otro pasajero proveniente del segundo piso.
Nuevas amenazas envueltas en las córneas, asomando desde las pestañas, descendiendo por todos los rostros allí presentes. La sentencia estaba dictada y nada, ni nadie, la podría revocar.
Planta baja, fin del trayecto. Los pies en la moqueta del hall de entrada del edificio y afuera la ciudad con sus garras al acecho.
Los ojos seguían siendo espadas en posición de guardia. Él, sólo atinó a llevarse la mano a la frente (en un gesto estoico), y dedicar un muy feliz día a los compañeros de viaje para luego abandonar el recinto entre un paso doble y un silbido que emulaba el “Adiós Nonino” de Piazzolla.
- “ a ustedes les parece bonito esto que nos ha hecho. ¡¿Cómo se puede salir sonriente y silbando a la calle un lunes por la mañana?!” – recriminó unos de los vecinos mientras abandonaba el edificio y se acomodaba el traje gris y la corbata.
Carlitos
-
Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
3 comentarios:
Muy bueno el relato, un párrafo más y lo colgaban al loco. Yo, que alguna vez fui el tipito y alguna el vecino, doy fe que el Diego no escribió una bella ficción, es sólo una descripción de la llana realidad
jajaja "..el traje gris y la corbata".
que triste asociarse a un día para justificar una problemática demasiado interna, no?
muy bueno!
Gran relato Diego!
Al lunes, odiarlo se me hace una cuestión de los tiempos modernos. Aunque en el top seven, sin dudas debe ser el menos querido.
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