martes, 7 de abril de 2009

Catálogo (demasiado incompleto) de mitos locales II


Continuando con este catálogo -a falta de inspiración para algún poema emotivo- ofrecemos a nuestros lectores estos horrores villenses.

Ovnis, luces raras, duendes
- Se dice que muchos años atrás, en uno de los campos al oeste de la ciudad, aterrizó un ovni. Ya se sabe, pastos quemados, luces extrañas, sucesos insólitos... Gente mayor aún recuerda el evento. Hay quien asegura que algunos extraterrestres se quedaron viviendo en la zona donde después se instaló barrio Amelong, disimulando luego sus viviendas entre las casas del barrio despegado de la ciudad. Otros más osados opinan que continúa el aterrizaje nocturno de ovnis en el barrio. Este sería el origen del estado de sus calles.

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En el camino a La Blanqueada suelen suceder extraños avistajes de luces que se encienden y se apagan. Cierto catedrático asegura que se trata de parejas que estacionan sus autos en la zona y en el fragor de sus amoríos oprimen involuntariamente teclas y palancas del tablero de los automóviles.

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Un grupo de jóvenes aseguró lustros atrás que en el descampado existente entre los barrios San Lorenzo e Industrial aparecían duendecitos verdes y todo tipo de monstruosidades o quién sabe qué extraños seres.
Unos días atrás, ahora que la zona se está poblando, con el amigo Sergio Álvarez de El desgraciosaurio hemos visto dudosos personajes asistiendo a la presentación del libro Aquí mismo - Grageas de Historia Argentina en Historieta del profesor y amigo José Hugo Goicoechea, en el bello auditorio de la UOM, corroborando en cierta forma aquella vieja leyenda...

Puertas mágicas
No pocos villenses aseguran la existencia de puertas mágicas en la ciudad. Muchos afirman que una puerta de calle 14 de febrero comunica con otra en una esquina céntrica. Si uno atraviesa una de las puertas obtiene ciertos beneficios como ser llamado ingeniero aunque nunca haya terminado el secundario, pasear con personalidades influyentes, limpieza de pasados nefastos y un largo etc.
En cambio, ay de quien con paso distraído pase por la otra. Aunque sea el ingeniero más apto no se le reconocerá como tal, le encomendarán tareas denigrantes y alguno hasta se condenará los viernes de luna llena a escuchar cantantes beodos que desafinan a los gritos.
Algunos vivillos dicen sospechar cuáles son esas puertas e intentan ver si consiguen un título sin estudiar, dedicarse al arbitraje o presumir de teólogos consumados.

Hechizos callejeros
Unos de los fenómenos más habituales a los que se ven sometidos los villenses refieren a este subtítulo.

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Algunas calles juegan malas pasadas subrepticias a representantes de la ley. No es extraño ver circular en contramano, pasar semáforos en rojo sin apuro o estacionar en el cordón inválido a policías o inspectores de transito. Para tranquilidad de los lectores, esto se debe a un encantamiento de algunas calles que invierten su sentido para cazar distraídos o bien que hechizan a los conductores anulando su discernimiento. Lenguas viperinas -que no merecen el menor crédito- aseveran que sólo se trata de avivadas pueriles.

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Ciertos maledicentes se atreven a postular que, mientras en todo el mundo civilizado se encuentra prohibido girar a la izquierda en una avenida sin semáforo u otro artilugio que lo permita, en Villa esta regla se encuentra en suspenso en la avenida principal -calle San Martín- generando infinitos trastornos cuando no llanos accidentes de tránsito. Consultados doctos habitantes no dan respuesta; ancianos centenarios adjudican tal comportamiento a los influjos del fantasma del único planificador urbano que pisó estas calles cuando el siglo pasado nacía.
Unos pocos consignan que fue ejecutado en la plaza pública con el beneplácito de los vecinos, versión que no hemos podido corroborar.

Una calle cortada por la vía
Muchas calles son cortadas por la vía que atraviesa el norte de la ciudad. Un lugar particularmente especial se halla en una calle que muere en una pretendida rotondita bordeada por yuyales que supuestamente ocultan las vías. En la zona, el oyente sagaz verifica maravillosas voces que provienen tal vez del más allá. Muchas son dolientes, otras reflexivas, algunas infantiles y otras dulces como ambrosía, todas ellas parecen delineadas por un artífice sublime. Los vecinos aseguran que esas voces provienen de una casa de mano impar. Osval, que suele andar de garroneo por esos parajes, asegura haberlas escuchado nítidamente cuando el Neto se pone a escribir.


Si la fatalidad te hace pisar este extraño suelo, querido lector, querida lectora, no dudes en consultar este catálogo -el que siempre estará inconcluso por más entregas que brindemos- aunque más no sea para gambetear alguna de las fatalidades que con las que hados infaustos han adornado estas calles.

4 comentarios:

SIL dijo...

Don Oso, lo leo en un lado,y lo leo en el otro...
Estoy como obsesiva compulsiva vio?
SALUDOS COMPULSIVOS.

HUMO dijo...

Solo se que la realidad supera la ficción!

besos!

=) HUMO

gustavo dijo...

Oso: siempre apareceran los excepticos que le encuentren explicaciones(aunque sea forzadas) a los misterios. El sentido de las calles suele cambiar. Existen puertas mágicas (no solo en el Lobo Estepario). Ovnis y voces misteriosa asolan los descampados. Yo le creo. Aunque seamos pocos los iniciados en estos misterios de nuestra tierra. Debemos, como usted señor oso, comunicarlo con valentía. Aunque prediquemos en el desierto. Abrazo. Gustavo.

Netomancia dijo...

Me puse a leer pensando en los enanitos verdes de los que se hablaban en mi niñez y me los encuentro en el texto! Ja.
Don Oso, no avive giles con el secreto de dicha cortada! Mi inspiración la traen los trenes fantasmas que suelen surcar las aún existentes vías del ferrocarril, que si bien extrañan la firme maquinaria, erizan sus compuestos cuando sienten el roce fantasmal de siluetas vanas y tristes, atravesando sin ton ni son la inhóspita noche villense.
El catálogo va cobrando vida propia, veo como cada historia, personaje y creencia allí vertida comienza a luchar para salir de la pantalla y ganar la imaginación. Sus propósitos son impredecibles: arrancar una sonrisa, pellizcarnos a medianoche o tan solo, invitarnos a creer en ese no se qué, en ese más allá, en ese mundo oculto que tanto tememos conocer, pero nos encanta, de vez en cuando, espiar.