viernes, 26 de junio de 2009

Ausencia en Villa

Estimado lector de otros pagos que te atreves leyendo esto: mis disculpas por los matices demasiado villenses. No tenía otra forma de hacerlo.El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia. Uno no está en casi ninguna parte, escribió alguna vez Dolina. Esto que a muchos puede parecer una perogrullada encierra una de las verdades más pasmosas con las que me he chocado. Claro está que si nos referimos a Villa Constitución adquiere matices propios de aldea que no necesita pintarse en palabras, lo que verifica la completa ociosidad de este escrito en este presente donde toda magia supone un engaño y toda fantasía un tiempo perdido, en que la realidad pasa ante nosotros por pantallas capitalinas que explican claramente dónde vale la pena mirar, dónde corresponde hacerlo.

Pero bueno, aquí estamos, donde casi nadie sintió en la carne la ausencia del ferrocarril y el coma del puerto, pero casi todos somos herederos de la angustia de creer que el futuro pasó de largo. Casi nadie percibe el pie de talón de acero sobre su cabeza, casi todos creen que el gigante tiene la potestad de redimir pasados y presentes.

Casi nadie de la gente que vive su cotidiana esencia de llenar los tiempos percibirá mágicas voces de silentes escritores ensoñados, defendiendo a capa y pluma fantasiosos reinos de tiempos perdidos mientras la realidad villense aconseja sacar cuentas para vadear la crisis. Casi nadie…

Si uno se encuentra en su casa, afanándose en las hogareñas tareas o mateando en el patio sin más, puede corroborar con módico esfuerzo que no se encuentra en el Barrio Chino de tiempo ha, ni merodeando en los escritos del gran Guildo, de esquinas prostibularias, del hacerse laburante, estibador, ferroviario.

No paseará con Manina viendo qué campito es hollado con descaro por pibes que le harán un lugar en el once para verlo trastabillar en cabriola imposible, la que en sus sueños hacía Sanfilippo y que en sus propias piernas –sombrero en mano- trocaba en el nudo fatal de polvo mordido.

Tampoco pasará por la sombra húmeda de las veredas de calle Moreno, para recibir el gentil saludo de don Santiago, ávido por contar fechas y recuerdos propios y de registros de quién sabe qué tiempo que vale la pena preservar del olvido.

Omitirá ver a Jovino caminar sin sentido buscando empleo, no promesas de políticos, mientras la millonaria herencia que no llega haga el intento de llegar. Se perderá infiernos publicitados en céntricos altares y cielos regalados en declamaciones escenariles.

Uno casi no está en ningún lugar de Villa.

Aquel que no salga de su casa en el momento preciso no verá pasar la marcha obrera aplaudida por los pibes que pelotean en las dos rutas, ni verá muchachos correr en sentido inverso al tirsa para que pare fuera de los lugares convenidos. No sentirá el sudor de los viejos bailes del Catorce o del Sacachispas donde la verdad se dirime en el juicio del sopapo limpio. No sentirá de cerca la compañía de Nicasio en su paseo.

Tampoco verá a Villa sitiada, aunque sí tal vez tendrá ánimo para aceptar el silencio de la muerte que acecha a la puerta de la casa de Carlitos, encaramada a un falcon negro.

Uno anda por la calle y casi no está en las esquinas del centro, con suerte parará en una para confirmar la regla infausta que permite girar a la izquierda en calle San Martín, herencia atroz del errabundo fantasma del único planificador urbano que tuvo la ciudad, ajusticiado en plaza pública según consta en la segunda parte del catálogo de mitos locales.

Casi nadie está para ver florecer escuelas, desde su casa no verá a don Félix y a don José Hugo apostando fuerte al camino y no al reposo, a la fruta y no al almácigo, pero regando la siembra con la palabra empeñada y la vista al horizonte.

Quien trabaje en un taller o en la oficina, con el ajetreo propio de la sobrecarga, perderá de percibir el murmullo entretejido con aroma de flores del rosedal, donde basta sentarse en las duras formas de piedra para entender que las mañanitas son atravesadas por rayos de esperanza que pugnan por acortar sombras dibujantes de la incomprensible lucha de lo evitable con lo inevitable, de lo que pudo ser y no fue, de lo que fue y no debió haber sido.

Así, algunos, sólo algunos caminantes ocasionales se permiten vivir aquellos acontecimientos que el resto se pierde perdurando por ahí, ya que uno casi nunca está en ningún lugar de Villa.

Uno no está en casi ninguna parte. Vive entre el encierro de la tensa piel y la libertad de la palabra. Uno quiere irse de Villa porque nunca ha estado casi en ningún lugar aquí. Otros vienen a quedarse, porque nunca han estado ni siquiera un rato, el tiempo suficiente como para empezar a pensar que uno casi nunca ha estado en ningún lugar de Villa.

7 comentarios:

Taller Literario Kapasulino dijo...

Que triste este texto oso... me quede sin palabras, solo leyendote...

y a pesar de todo yo quiero a Villa, yo la elijo... porque aca estan todos mis recuerdos como estan los tuyos...

La parte que me conmovio fue la que hablas del rosedal, a veces me siento ahi, queda cerca de la casa de mi mamá... y pienso igual que vos "la incomprensible lucha de lo evitable con lo inevitable, de lo que pudo ser y no fue, de lo que fue y no debió haber sido."

SIL dijo...

ESTE RELATO ME HA TRAIDO A LA MENTE LA SIGUIENTE LETRA...


"Serenata para la tierra de uno"

Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.
Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Para sembrarte de guitarra
para cuidarte en cada flor,
y odiar a los que te lastiman, mi amor,
yo quiero vivir en vos.

María Elena Walsh
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Cuando esa ausencia.... encuentre el silencio, y estés seguro de que tu Villa escucha, ...debieras susurrarle esta canción.

BESOS

Anónimo dijo...

Epis! leo a un Oso medio triston y nostalgico, por lo menos asi me llego a mi.
Me dejo una cosita, vio?

Le dejo un beso con abrazo, esta vez doble.
Tere.

Netomancia dijo...

Don Oso, a pesar de la tristeza y el dolor por la indiferencia hacia nuestros pagos de parte de nosotros mismos, este texto encierra ese condimento tan propio tuyo que lo hace maravilloso.
Y qué cierto lo que decís, que verdadera es esa ausencia. Y te lo dice alguien que se fue de Villa y volvió, y que al volver se encontró con la ciudad que nunca se detuvo a mirar, por más que la caminó de una punta a la otra, prácticamente sin dejar vereda por recorrer.
Y fue en ese volver que me detuve a pensar en todos los lugares, gentes, hechos y recuerdos sobre esta Villa Constitución que nos alberga, sumisa en el dolor, espectante de un reconocimiento que jamás le hemos dado. Ciudad fría, siempre se dijo, porque la mayor parte de su gente vino para las fábricas y jamás se sintió de acá, pero cómo se explica el frío de quiénes tienen su origen autóctono...
Y mirá que Villa ha tenido su gente y la tiene, que ha tenido sus hechos, y los tiene. Pero poco hemos alzado el oído, poco hemos levantado la mirada. Y de Guildo fui vecino doce años y recién de grande me enteré quién era. Villa es una ciudad silenciada, a veces por miedo, otras por vergüenza. Vergüenza a qué, me pregunto. Pero todavía no he tenido respuestas.
De lejos la extrañé. Sus calles, sus tardes, su gente, esos lugares que por algún motivo me retrotraen a un momento. Villa me ganó muchas lágrimas a la distancia. Y cuando volví, la noté distinta, por más que todos me dijeran que seguía siendo la misma porquería de siempre.
Con ese desprecio tan propio de nosotros los argentinos, dueños de tantas maravillas pero ciegos por no verlas. Y para mi no fue ni será una ciudad de porquería. Tendrá sus "cosas malas", sus veredas rotas, su poco aprovechamiento... pero no será culpa de Villa, sino de los que vivimos en ella y quiénes gobiernan para sus propósitos.
Me gustaría estar en cada parte de Villa, sentir cada rincón, suplir esa ausencia. Este relato invita a eso. Justamente los dos textos que envié el año pasado a la antología local hablaban de eso, de ese volver y ese deseo de reencontrarse con la ciudad, de sentirla. Los publiqué a los dos, más o menos para esta época, áca en Villeraturas. Por ahí los recordás, aunque nunca aclaré que eran los de la antología.
Siento que este texto tuyo don Oso es un referente obligado para todo villense. Siento que con este texto, podrías arrancar con un libro enteramente dedicado a Villa, de la que tantas veces escribiste y de una manera tan impecable. Sería un tesoro local de valor incalculable.

Anónimo dijo...

Uno casi no está en ningún lugar de Villa... Oso cuantá verdad directa como puñalada al corazón!
Me quedo sin palabras con un texto que mezcla la rabia de la realidad, la culpabilidad de cada uno, la de los demás; la calma de las mañanas villenses, las rabietas, los porqués infinitos...
creo que no se puede agregar nada más a este texto Oso, es preciso y esta cargado de sentimiento...
que interesante sería que leyeran estas letras los que tienen el derecho y la obligación que la democracia les dió para hacer algo por nuestra querida-odiada Villa Constitución...

Literaria dijo...

Me gusta Oso ! Cuanta filosofia!

Estamos si elegimos ser.
Somos sin elegir estar.

Pero ya que estamos seamos ! jaja

Beso Saludo ! Gracias siempre

Juli

el oso dijo...

Kapa Carla: Sí, es un poco nostálgico, pero no creo que hubiera podido escribirlo con otro tono. Lo del rosedal siempre me produce esa impresión.

Estimadérrima Sil: Más de una vez se me ha ocurrido esa serenata, créame. Qué se yo, tantos sentimientos encontrados por el lugar propio...

Entrañable Tere: No otra cosa (además de a veces un repentino humor) me produce este pensar mi lugar.

Querido Neto: No pocas veces se me hace que existe una especie de conspiración de silencio villense. Hace falta que algunos artistas, científicos, etc se destaquen fuera de la ciudad para que se les preste atención y ni así a veces. Don Guildo era una leyenda viviente, pero no convenía que se conozcan sus escritos, un poco reos, y eso que no faltaba a las misas... En cambio, consiguieron renombre algún que otro arrastrado.
A la distancia uno aprecia en otra dimensión, es cierto, obtiene una visión amplia que se paga con dolor.

Querido Diego: No moleste, por favor, a quienes festejan su triunfo hoy en las elecciones ni a quienes perdieron. Están demasiado ocupados en pensar cómo van a hacer para trabajar por el bien común...

Presente Literaria: Ya que estamos, seamos, quede o no otra, acá estamos. Gracias por pasar.

Gracias, gente...